Viaje cultural a Rumanía.
Dentro del programa de aprendizaje permanente Comenius 1.1, entre el 10 y el 17 del pasado mes de Abril (de 2009), algunos alumnos de 4º de ESO hicieron un viaje a Rumanía acompañados de las profesoras Teresa Alonso y Melissa Benner.
El alumno Eloy Boticario de 4º ESO B, ha escrito un artículo sobre los lugares visitados así como otras reflexiones acerca del viaje, que a continuación exponemos:
Viaje cultural a Rumanía.
Como breve introducción voy a explicar sobre qué trata este trabajo. En él pienso plasmar las visitas culturales que realicé la semana entre el día 10 de Abril y el dia 17 del mismo mes. Asimismo, también quiero expresar lo que sentía ante unas costumbres que me eran ajenas, pero a las que no tardé en amoldarme.De ese modo, pretendo evitar todo detalle o momento que no tenga que ver con la cultura ni la sociedad de Rumanía.
Para comenzar quisiera explicar que el miedo o “ respeto” que tienen muchos habitantes españoles hacia los rumanos. Tras haber convivido con ellos puedo decir, sin temor a equivocarme, que podriamos confundirlos con españoles; tendríamos que detenernos a conversar con ellos para descubrir su nacionalidad.
El primer día de viaje no fue tan importante por eso, fue solo el viaje en avión.Pero ahí fue donde me dí cuenta de que no somos tan difenrentes, porque son tan cantosos y llaman tanto la atención como los españoles.Fue un viaje agotador, y tras conocer a las familias lo único que queriamos era dormir.
Hasta el segundo día no pude apreciar algunas diferencias, ya que pasamos el día comiendo distintos tipos de carne (frita,asada,empanada…) y recorriendo a pie distancias considerables.
El tercer día, sabado 12, fue el día mas extenuante, pero a la vez el mas ameno y el que mas nos acercó a los alumnos rumanos y su cultura (y el que diga lo contrario es un tanto estúpido).
Lo primero que visitamos, muy temprano por la mañana fue una iglesia Católico Órtodoxa Griega en la capital de la región, Timisoara.La base del edificio tenía forma de cruz griega y la decoración exterior era sobria, sin excederse. En cuanto al interior, todas las paredes estaban adornadas con imagenes de santos, escenas bíblicas, y alguna virgen. Abusando siempre del dorado y colores claros.
Desde la entrada al altar no había mas que cuatro bancos, dos situados a los laterales de la puerta y otros dos en snedas naves laterales. Al preguntar a una compañera, me explicó que su religión profesa que es mejor orar de pié y dando la cara al señor.Aquella respuesta causó en mi un estímulo, una sensación indescriptible; lo que esa gente sentía era verdadera fe, no pasión por la religión, ni fanatismo, y me emocionó incluso a mí, una persona no creyente, porque por encima de todo, respetaban nuestras creencias, tratandonos con igualdad, algo que no siemrpe se da en el catolicismo cristiano.
De allí, aún con la fe en el corazón, visitamos una pequeña capilla a varios cientos de kilómetros de Timisoara. La particularidad es que está excavada directamente en las montañas; los lugareños la llaman “ La Hermita del Icono ” , por una obra pictórica realizada en la roca desnuda y bajo las inclemencias del clima, y tras muchos años no ha desaparecido. La obra representa la Santísima Trinidad con todo lujo de detalles y colores.
Es curiosa la historia que cuentan. Sobre la capilla pasa una via del tren, que al construirse fue desviada de su trayecto para evitar dañar el lugar y ahora el tren traza un ligero giro en ese punto. Aún así la capilla no ha sido dañada.
Despues de aquello nos fuimos a la frontera con serbia, y visitamos un santuario, también Ortodoxo. Allí compramos unas botellitas de agua, y un profesor que nos acompañaba nos explicó que era agua bendita, y la gente la bebía para purificar sus pecados. Tras hacer bromas sobre las cantidades que debíamos beber para purificarnos , continuamos nuestro viaje, y visitamos una presa hidroeléctrica en el majestuoso Danubio. Cuando te quedas nmirandolo, sientes que es algo más que un río inmenso, al menos es l que yo sentí.
Un par de horas de viaje más tarde llegamos a una ciudad llamada Herculana. En tiempos del imperio romano, era un lugar de paso y de descanso, y sus baños termales eran famosos, y siguen siendolo tras dosmil años de uso.Desde allí nos fuimos a casa y descansamos, antes de celebrar una fiesta en casa de un compañero. Y aquí vuelvo a lo mismo, son tan cantosos y fiesteros como los españoles.
El domingo fue especial, ya que fue cuando mas contacto tuvimos con la sociedad rumana sin tener nada que ver con lo cultural. Varios alumnos fuimos a una concentración de coches y asistimos a un aprtido de futbol que disputaba el equipo de uno de nuestros compañeros. Me impresionó la violencia con la que juegan a este deporte. Es tanta que se lesionaron cuatro jugadores y hubo un desfile de tarjetas amarillas culminado por una roja. Ahí comprendí que la violencia en el futbol no entiende de idiomas ni religiones; un hombre que se encontraba cerca de nosotros se pasó todo el partido gritando algo al arbitro y por el tono de voz dudo que fueran halagos.Tras aquello volvimos a Lovrin (la localidad donde residin nuestros compañeros) y nos preparamos para el día siguiente, teníamos trabajo esperando en el colegio.
Como ya he dicho, dedicamos la mañana del lunes a trabajar en el proyecto Comenius, y la realización de un diario de nustro viaje y una traducción al habla inglesa.
Ya atardecido fuimos a casa de un compañero a celebrar su cumpleaños, y no tiene mucha diferencia en cuanto a la forma de celebrarlo respecto a los españoles: bebida, comida y una enorme tarta; y por supuesto la ilusión en el rostro de nuestro amigo.
Ya el últimodía, visitamos la catedral Ortodoxa de Timisoara (no confundir con la iglesia que vimos el primer día) y dedicamos el día a hacer las compras al más puro estilo español: a ultima hora. Por suerte tuvimos tiepo de comprarlo todo , y aún así nos sentíamos vacíos, sabíamos que pasariamos mucho tiempo sin volver a ver a nuestros amigos. Todos los alumnos españoles, sin excepción, lloramos en algún momento y aunque hubo promesas de no hacerlo, las lagrimas afloraban en todos los rostros. Me da vergüenza ver como los tratamos en España, a los rumanos en general, y como ellos nos daban tratro de hermanos carnales.
El último día, muy temprano, a las cuatro de la mañana, nos despedimos de ellos,besos y lagrimas se mezclaban, pero sabíamos que los volveriamos a ver, así que no importaba.
Una vez en el avión, reflexionamos- al menos yo – en lo bién que lo habíamos pasado y las ganas que teníamos de llegar a casa. Si es que, al fin y al cabo, la tortilla y el gazpacho siempre se echan de menos junto con la familia.
Eloy Boticatio Murillo (4º ESO B).